Domingo, hoy es domingo, tres de agosto, dos milenios y veinticinco años después de aquello, de la caída del profeta a manos de su propia gente, los judíos o los esenios, vaya usted a sabe. Han sonado las campanas anunciando que alguien había fallecido. Los tañidos se han ido dejando caer por doquier llenando el aire con una vibración de vetusta tristeza: parecía talmente que las plañideras habían comenzado su oscuro canto al caído y que se hubiera iniciado el tiempo de silencio de los recientemente ausentes. En la churrería, mientras me tomaba el café con churros – el muerto al hoyo y el vivo al bollo, desde luego - me han dicho que era un tal Luis Miguel – ¿nombre de torero, no? -, que le había dado un infarto y que no había podido superarlo, que cuando llegó la ambulancia con los primeros auxilios ya era tarde. Lo tienen en el tanatorio de Trujillo, que aquí no hay servicios funerarios, hasta mañana que le harán la misa de cuerpo presente, a las once, aquí en la iglesia románica de Santa de la Sierra. Creo que es el dueño del restaurante Los Naranjos, el que está al lado de la laguna, el que fuera durante muchos años alcalde del pueblo por parte del Partido Popular. También ha dicho alguien que la familia ha encargado una misa gregoriana nada menos que a los monjes del monasterio de San Bernardo de Toledo, lo mejor de lo mejor en estas cosas de ritos y creencias.
Me vienen recuerdos de los domingos en mi pueblo, fueron muy agradables. Buen domingo
ResponderEliminarGracias, por tu lectura, por tu comentario.
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